Cuando llueve, es inevitable que se acumule agua en la calzada. Aunque sea una fina capa acuosa que nos puede hace perder contacto con el suelo. El aquaplaning es la situación en la que debido a esa falta de adherencia entre el neumático y el asfalto, se pierde el control del vehículo, porque la rueda patina sobre el agua.
Ni más ni menos agua
Es muy difícil calcular cuánta agua debe haber para que se genere este peligroso fenómeno. Si la capa acuosa es muy fina, los neumáticos están diseñados con estrías que van expulsando el agua hacia los lados de forma de que las ruedas no pierdan el contacto con la calzada (por eso es tan importante conservar «el dibujo» con una profundidad de 2 mm). Si la capa de agua es importante, ya un charco profundo, las ruedas se hundirán en el agua y seguirán en contacto con la calzada, aunque el agua actuará como elemento de frenado sobre las ruedas. El vehículo perderá algo de estabilidad, pero seguirá siendo controlable por el conductor.
Las probabilidades de aquaplaning aumentan con la velocidad y si no se tiene la presión adecuada en los neumáticos.
¿Qué hacer? No entrar en nerviosismo, mantener la calma y sujetar el volante firmemente sin permitir, en la medida de lo posible, oscilaciones laterales. Esto se debe a que mientras el vehículo se encuentre con las ruedas bloqueadas no responderá a los giros, pero en el momento que vuelva a tener contacto con el pavimento, se podría producir un derrape de cierta consideración. No debemos tocar el freno, ni dejar de acelerar y tampoco aumentar la aceleración. Si frenásemos podríamos bloquear por completo las ruedas, evitado que expulsaran el líquido que hasta ese momento seguían evacuando en una cantidad mínima.
Si vemos que el charco está ocupando una anchura tal que no vamos a poder esquivarla, es recomendable forzar la entrada con las cuatro ruedas; siendo muy peligroso cuando sólo permitimos que entren dos ruedas de un mismo lado, pudiendo producirse trompos y latigazos bruscos, capaces de dejarnos colocados en sentido contrario.
Lo más habitual es que el coche sobrevire, o sea que derrape la cola. En este caso hay que girar el volante con suavidad (sin efectuar un giro excesivo, con menos de un cuarto de vuelta suele ser más que suficiente) hacia ese mismo lugar que apunta la parte trasera del vehículo y dar un ligero toque al acelerador para ayudar al automóvil a recuperar su trayectoria habitual. Si derrapásemos con la parte delantera, el volante deberá ser girado hacia el lado contrario del lugar al que apunta nuestro coche.
La tecnología ayuda
Estúpidamente todavía nos preguntamos por qué algunos coches son tan caros. Sencillamente, porque tienen la tecnología para evitar o reducir la probabilidad de accidentes, incluyendo los generados por el aquaplaning. Un videíto para que quede claro también qué es el Control de Estabilidad o ESP (Elektronisches Stabilitätsprogramm, según su nombre original cuando lo desarrolló Mercedes Benz junto a Bosch)