Como le ha pasado a muchos de ustedes seguramente, la bici ha sido para mí el elemento que me permitía de adolescente formar parte de la banda. Posibilitaba, sobre todo durante los veranos en Miramar, salir con los amigos a pedalear hacia cualquier lado para integrarse y formar grupo, al mismo tiempo que nos independizábamos de nuestros padres. Nos sentíamos un poco más grandes y lo mostrábamos a los demás con la llave del candado, cual trofeo, colgada del cuello con un cordón de zapatillas.
En la bicicleteada «Movete en Bici» del domingo 15 de abril convocada por el gobierno porteño que a auspició la compañía de seguros La Caja conocí a un adolescente de 15 años al que también le encanta la independencia de pedalear. Santi no lleva las llaves de la bici colgadas (se ve que ya está demodé), sino que viste con un look muy profesional cuando va sobre dos ruedas. Habitualmente de negro, aunque hoy se ha calzado la remera blanca y roja para sumarse a los otros 3000 ciclistas urbanos que se montaron a la autopista Illia (cerrada especialmente para el evento). Santi también pedalea para integrarse y ha formado grupo, uno muy unido, con su papá Juan Zemborain.
Llaman la atención de quien los ve porque pedalean juntos. Realmente juntos. La bicicleta doble les sirve como un vínculo tanto físico como emocional. Muchas veces en silencio. Hacen largos trayectos, de más de 2 horas, para llegar a algún parador donde refrescarse y encontrarse finalmente las miradas después de tanto esfuerzo.
Santi tiene un trastorno generalizado no especificado (TGD), un síndrome del espectro autista. Esto le complica comunicarse y conectarse con la gente, incluso con su papá. Pero encontraron en la bici la forma de vincularse. Quiere salir todos los findes. Para Juan, que es quien dirige el manubrio (y a veces se queda pedaleando por ambos) el esfuerzo físico no es problema porque es el momento íntimo que tiene con su hijo, generando una pasión distinta por el ciclismo, que se resignifica en ellos como una opción de vida.
La experiencia de Juan y Santi con la bici en tandem fue casi fortuita y quieren que sirva de ejemplo y sea entusiasmo para aquellas familias que viven alguna problemática similar, por eso comparten sus aventuras en la redes sociales. El mismo Juan nos confía que su hermano mayor también es autista, pero ante el desconocimiento que se tenía en los ´70 de la enfermedad, sus padres optaron por la internación, mientras que él se propuso encontrar otro destino para su hijo. Uno que hoy disfrutan juntos, empujando límites y sintiendo el soplo del viento en la cara.
Por deporte, para hacer amigos, para desconectarse de los problemas o para conectarse al mundo como Santi, o simplemente para moverse de una forma más sustentable y feliz, la bici es la respuesta.