Invitados por la gente de Bridgestone, tuvimos la oportunidad de compartir una tarde en el autódromo aprendiendo a frenar, volantear y esencialmente intentar hacer que el coche haga lo que nosotros querramos.
Junto a los instructores brasileños el entrenamiento de manejo defensivo y evasivo comenzó con un sencilla clase teórica para entender que la habilidad al volante no se trata ni más ni menos que mantener en equilibrio las leyes de la Física. Una simple botella recostada con la mitad de agua dentro bastó para comprender que al aplicar el freno en una curva «el peso del auto», o sea el agua dentro de la botella, se va hacia adelante dejando mas liviana y libre la parte de atrás, es decir con la posibilidad de que las ruedas traseras sufran un sobreviraje y tiendan a continuar su trayectoria: es decir, que el auto va a colear e incluso puede llegar a hacer un trompo, sin importar hacia dónde nosotros giremos el volante porque la Física ya se apoderó del control del vehículo. De la misma manera, pero a la inversa, si entramos a una curva acelerando, «el peso del auto» (el agua dentro de la botella») irá hacia atrás, levantando la trompa, perdiendo contacto las ruedas delanteras con el asfalto, de manera de que no importa cuánto giremos el volante, el coche seguirá su trayectoria en línea recta porque se estará generando un subviraje.
Sí, esa materia repleta de números que se confudía con matemáticas, de la que nos preguntábamos en la escuela para qué nos irá a servir, es la que puede hacer lograr evitar un choque si logramos entender el verdadero concepto de Peso: el peso en kilos de nuestro coche (en realidad llamada Masa en Física) multiplicado por la Fuerza (la velocidad a la cuál vamos y su desaceleración en el caso de frenar); junto a la estrecha relación que hay entre velocidad, tiempo y distancia. Lo cierto es que sería más útil que los velocímetros viniesen en metros por segundo, de manera de hacernos a la idea de que cada segundo que desatendemos al manejo (teléfono, una conversación, cambiar la radio, una pitada) estamos avanzando la cantidad de metros que indica la aguja. Por ejemplo, 40 km/h sería 11,2 m/s (metros por segundo); a 60 km/h avanzamos 16,8 m/s; y a 120 km/h, cada segundo que demoramos en tomar una decisión recorrimos 33,6 metros. Aquí es donde se destaca la habilidad del conductor, en el menor tiempo en que demora en decidir qué hacer, y en hacerlo de manera precisa. Pero justamente para evitar entrar en situaciones de conflicto, lo mejor es tener tiempo-distancia para evaluar y realizar la mejor maniobra ante un imprevisto.
Por supuesto, conocer nuestro coche (si tiene o no ABS) y su mantenimiento (neumáticos en buen estado con la presión señalada por el fabricante, con revisión semanal, y sistema de frenos y amortiguadores con un chequeo mínimo cada 20 mil km), junto a estar bien sentado en la butaca (una posición que permita tener un libre y ágil manejo de brazos, con las piernas ligeramente flexionadas pero con la posibilidad de tocar a fondo el freno, quizás no tan cómoda en un principio como si estuviésemos arrojados sobre un sillón leyendo el diario, pero lo suficiente para estar precisamente «anclados» en el asiento bien sujetos entre el cinturón y el respaldo), nos va a permitir frenar y evadir.