Todos aquellos que tuvieron la oportunidad, aunque sea por pocos días, de conducir en el extranjero, cuando regresaron y manejaron por las callecitas de Buenos Aires, casi seguro que lo que encontraron fue que ese «no sé qué» que añoraban de la tierra natal es una constante contienda por el espacio en medio del asfalto. Sin embargo, si manejamos tan mal, tan poco apegados a las normas ¿por qué el transito sigue andando y no chocamos todos?
La respuesta me la dió Diego Llovet, un sociólogo argentino que desde hace más de 6 años que trabaja en la Universidad de York en Canadá, donde justamente uno de sus estudios fue acerca del sistema de pago del parking del campus (acá en Ciudad Universitaria, gana el lugar que que tiene el paragolpes más duro!). En su actual visita a la Ciudad, se vió sorprendido por las reiteradas oportunidades en las que existió una alta probabilidad de colisión -aunque afortunadamente todavía no chocó, ya un motoquero le decoró la puerta estando estacionado-. Charlando acerca de la compleja situación en la que transitamos a diario, explicó que justamente por conducir en forma constante en este «caos», donde casi nadie respeta las normas de tránsito, estamos acostumbrados a pensar en qué es lo que puede (y no en lo que debe) hacer el otro conductor. De esta manera nuestro tránsito es como en todos lados un «sistema de expectativas»: los conductores tienen una idea de cuál es el comportamiento normal de los demás y que esta idea es la que regula el comportamiento propio.
Por ejemplo, en Argentina al llegar a una esquina, en vez de sólo tener en cuenta quién tiene el paso, hacemos un rápido análisis y estimamos qué es lo que va a hacer el vehículo que viene por la calle que cruza mirando el estado del auto, la cara del tipo que maneja, nos fijamos si duda, mira para el costado o sólo acelera. Si nuestra «idea» de lo que va a hacer el otro falla, chocamos.
Por ejemplo, en Argentina al llegar a una esquina, en vez de sólo tener en cuenta quién tiene el paso, hacemos un rápido análisis y estimamos qué es lo que va a hacer el vehículo que viene por la calle que cruza mirando el estado del auto, la cara del tipo que maneja, nos fijamos si duda, mira para el costado o sólo acelera. Si nuestra «idea» de lo que va a hacer el otro falla, chocamos.
Mi querido amigo sociólogo precisa ahora «adaptarse» y reconocer cuáles son las «expectativas» que a diario tenemos los automovilistas argentinos para no pagar más de chapa y pintura que de viaje de regreso a Canadá.