Al manejar en zona de montaña, hay que entender que la reacción de nuestro vehículo va a ser totalmente distinta a la que tiene en una autopista porteña.
Primero habrá que planificar el viaje y no tomar demasiado temprano los caminos para esperar que el calorcito derrita la nieve helada en la noche. Los brillos sobre el asfalto servirán de signos de dónde queda aún hielo resbaladizo, y cuidado porque la sombra de un cerro o simplemente un árbol puede ocasionar que un manchón perdure.
Las cadenas para envolver los neumáticos son compañeras indispensables ya que puestos de control pueden no dejarnos avanzar si no las llevamos (y tampoco hay que olvidar unos guantes fuertes para instalarlas evitando cortes). En tanto, hay lugares como Ushuaia donde es obligatorio llevar neumáticos con clavos.
Ante la pérdida de control, se debe evitar las maniobras bruscas: nada de freno ni volantazos. Si hay banquina lo mejor es un rebaje, mantener la dirección firme y dejar que el vehículo se detenga solo (aunque quede incrustado en la nieve, siempre más blanda que otro vehículo).
En la traza urbana, recuerden que la prioridad de paso en un cruce la tiene aquel que viene en pendiente. Y a la hora de estacionar, no olviden dejar las ruedas apuntando al cordón.
Como siempre, ir despacio y con una distancia de frenado mínima de 5 segundos (pisada al freno prohibida), evitará colisiones y abollar unas lindas vacaciones.