Una chica de 23 años sale de un boliche a las 5 de la mañana de un domingo y toma un taxi para ir a 30 cuadras del lugar. Para ella puede ser muy natural pero seguramente sus padres se preguntarán, ¿Quién maneja ese taxi?, ¿es un peón desconocido o es el dueño que aparece en la habilitación? ¿Será una persona decente o un abusador?.
Un turista neuquino llega a aeroparque por primera vez y toma un taxi para ir a Villa Crespo. En su cabeza seguramente se acumulan las dudas ¿me llevará a pasear por todo Buenos Aires?, ¿Me hará el cuento del tío con algún billete falso?, ¿tendrá el reloj “tuneado”?.
Estas y tantas otras historias podrían darse en un sistema tan importante de movilidad como el taxi, un emblema de Buenos Aires, pero sin duda el medio de transporte más atrasado en materia tecnológica. El fenómeno UBER nos hizo dar cuenta que el taxi y el remis son los únicos medios de transporte público que no aceptan medios de pago tecnológicos. Solo efectivo, en billetes, lo cual en un mundo bancarizado pasa a ser una gran incomodidad para el usuario y un riesgo adicional para el taxista o remisero. Por otro lado, en lo que hace a la cuestión impositiva, no quedan registros de las operaciones porque rara vez se entrega un ticket. Este punto generó la reacción del Banco Ciudad que quiere impulsar un sistema que en un futuro le permita al taxista aceptar una tarjeta de crédito como pasa en la mayor parte del mundo moderno
En lo que respecta a la seguridad personal, nunca sabemos quién nos está llevando, ya sea un taxi o un remis, porque no siempre la persona que figura habilitada es la que finalmente conduce el vehículo. Del mismo modo, es sabido que muchos taxis y remises que circulan habitualmente por la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano están en condiciones técnicas que difícilmente les permita pasar un verificación vehicular seria.
En lo que respecta a los recorridos es ya famosa la historia de tomar caminos insólitos o calles congestionadas para que el reloj corra y la cuenta se abulte. Hoy en día disponemos de GPS y alertas viales que nos permiten elegir la vía más directa, económica y fluida de modo de brindarle transparencia al usuario. Por otro lado hace pocos días vimos en una investigación periodística como taxistas inescrupulosos estafaban a los pasajeros mediante el uso de relojes taxímetros adulterados. Estas modificaciones ilegales son generadas en algunos de los locales que se dedican a la instalación, mantenimiento y adecuación de los relojes taxímetros, convirtiéndose de esta forma en un sistema corrupto que atenta contra la economía del usuario. Algo similar ocurre con algunos remises que modifican “artificialmente” la cantidad de kilómetros recorridos. Para todo ello el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ha creado un sitio web en el que se puede consultar si el taxi está habilitado y también dispone de la posibilidad de presentar una queja por escrito para expresar su disconformidad con el servicio de taxis o remises. Como contraposición las aplicaciones actuales permiten tanto al pasajero como al conductor evaluar a su contraparte en forma on line, generándose un sistema justo de premios y castigos en el cual aquellos que no cumplen las premisas de servicio y normas de convivencia son apartados del sistema.
En estos casos la tecnología genera control y el control genera cultura. Por eso, más allá de las controversias políticas y legales que habrá que subsanar, se nos han abierto los ojos para apreciar las bondades de ciertas tecnologías y para apreciar los atrasos que tenemos en ciertos medios públicos de transporte que por falta de incentivos a la competencia se han puesto vetustos.