Los amigos tacheros siempre han tenido algún truquito para cobrarnos un poquito más, desde elegir un camino «más rápido», darnos charla y perderse, hasta el incógnito «piripipí» que hace que la ficha del reloj taxímetro caiga más rápido. La mística habla de un botoncito siempre bien escondido, que puede estar detrás de la bocha de la palanca de cambios, o que se activa directamente haciendo seña de luces.
En New York, los choferes también la rebuscan, pero debido a un pasajero frecuente que elevó una denuncia, ahora el alcalde de la ciudad de los taxis amarillos está viendo cómo devolver esa «mínima» diferencia a 361 millones de pasajeros.
Todo comenzó cuando a un anestesista de Manhattan, acostumbrado a pagar todos los días u$s5 por el mismo trayecto, un taxista pretendió cobrarle 8 dólares. El hombre pagó con tarjeta de crédito, pero mandó el recibo a la Comisión de Taxis y Limusinas de la ciudad. El conductor había puesto el taxímetro al ritmo que corresponde a los trayectos de determinadas zonas de las afueras, que es superior al vigente en el centro de la ciudad, por lo que el contador avanzaba más rápidamente. El organismo regulador calculó que en los dos últimos años la estafa se había practicado en al menos 1,8 millones de trayectos y su importe conjunto asciende a 8,3 millones de dólares. El «piripipí» yanqui daba una rentabilidad mesual de u$s40 mil.
Aquí los muchachos sacan pocos pesos de más, pero por las dudas, deciles bien por dónde agarrar.