Esta mañana pudimos ver en vivo y en directo cómo los automovilistas debían esquivar a manifestantes en plena autopista Panamericana mientras los enfrentamientos y corridas con la Gendarmería.
Ya no es novedad que existen piquetes mediáticos que buscan estar ante las cámaras con el afán de un protagonismo político y en contrapartida se despliegan megaoperativos que sólo se activan una vez que los manifestantes invaden la calzada. Lo que queda claro es que si no impide el corte -¿por decisión o impericia?-, es responsabilidad del Estado y sus fuerzas de seguridad detener de inmediato el tránsito, hasta tanto se pueda disponer al menos un corredor seguro para la circulación.
Llamativamente, en esta oportunidad, cuando aún no estaba controlada la situación y los efectivos empujaba sobre la traza a una treintena de piqueteros, la Gendarmería ordenó habilitar la circulación por entre los enfrentamientos para que autos y camiones le sirvan para contener y arriar la protesta hasta la próxima salida. Por su parte, la concesionaria AUSOL deslingó responsabilidades ante estas situaciones al reconocerse como subordinada a las órdenes de la autoridad competente, sin poder de policía para definir detener o habilitar el tránsito.
Pero ¿Qué va a pasar cuando en medio de las corridas un vehículo embista a un manifestante o un policía? Porque parece que algunos políticos estarían esperando que esto ocurra, o acaso cómo se explica que una legisladora argumente que «los trabajadores no quisieron cortar, sólo bajaron del micro para cruzar la autopista».