Desde el comienzo señalamos que no estamos de acuerdo con la medida, que nos parece demagógica y que no tiene como respaldo ninguna investigación técnica acerca de si será eficaz para reducir la cantidad de siniestros, porque ese en definitiva es el objetivo y no ponerse a cambiar las leyes, en vez de velar porque se respeten las que hay.
Desde hoy, la velocidad máxima permitida para colectivos en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires es de 60 km/h en las autopistas y avenidas rápidas, como Cantilo o Lugones, y de 50 km/h para las avenidas comunes. Queda excluidos los carriles centrales de la Av. Juan B. Justo utilizados por el Metrobus y otras 7 líneas de colectivos, donde se mantendrá la máxima de 60 km/h. En tanto, los micros escolares no podrán andar a más de 60 km/h en autopistas (su tope era 70 km/h) y seguirán los 45 km/h para las avenidas.
Las empresas de colectivos también consideran a la medida como inútil y aseguran que el cambio no afectará los tiempos de recorrido porque la velocidad comercial (la velocidad promedio de entre 40 y 35 km/h con la que se calculan las frecuencias) es cada vez menor por los constantes y múltiples piquetes.
Desde el Cesvi, nos recuerdan que muchos de los siniestros con víctimas fatales atropelladas por colectivos se dieron en giros en esquina, a menos de 30 km/h, y el jefe de seguridad vial, Hernán De Jorge, consideró que sólo una descenso de las velocidades máximas generalizada podría dar un resultado positivo en una menor cantidad de colisiones, como señalan experiencias en España y Francias donde la reducción de 10 km/h para todos los vehículos, incluyendo los particulares, significó un 17% menos de siniestros viales, pero todo esto en un marco en el que la mayoría de los conductores respeten las normas, que son claras y no las cambian a cada rato.